Sabido es que cada tanto irrumpe en la escena mediática un hecho delictivo que conmociona a la opinión pública. No se puede negar que la situación existió, que la muerte o el robo se produjeron, pero lo que potencia (y escandaliza) es la difusión de los mismos. Qué es lo que excita a los formadores de opinión, de las líneas editoriales de los medios masivos de comunicación, es el punto central de estos párrafos.
Frente a este doble crimen, se repitió casi en cadena nacional, los dichos de la diva alterada y conmocionada, que pueden ser sintetizados de la siguiente manera:
1.el Estado-gobierno no cumple su rol de velar por "nuestra" seguridad, porque
2.mantiene como política central el resguardo de los DDHH,
3.que, por definición, no comprende a las víctimas de delitos comunes,
4.por lo que, cuando decidamos renunciar a ("basta de") los DDHH, vamos a volver a conseguir a un estado terrorista que se ocupe de eliminar a aquellos que comentan (ciertos, nunca todos) delitos.
Resulta paradojal que este haya sido uno de los discursos más encendidos (fue más allá que Rico, Patti y Blumberg en la actualidad) en los últimos tiempos, y que, luego de una verificación judicial, haya quedado enmarcado en una situación de dificil prevención para las agencias policiales. Porque una cosa es el robo de un automotor y otra muy distinta un asesinato pasional o por dinero, cometido dentro de la vivienda de la víctima. ¿Cuál es la solución para prevenir esta clase de delitos? Pues es muy dificil, no existe la respuesta única.
Pero el caso es que la blonda diva tampoco estaba interesada en cómo prevenir, sino en cómo castigar. Y la última gran repercusión mediática de la reacción frente al problema de la inseguridad centrada en el castigo había sido el caso de Martín Ríos, "el tirador de Belgrano". Fue la última marcha verdaderamente multitudinaria que pudo convocar el falso ingeniero Blumberg, y su origen había sido también un hecho aberrante y lamentable por supuesto, pero que tampoco se encuadra dentro del rótulo periodístico de "hechos de inseguridad" debido también a la díficil intervención preventiva que pudieran tener las fuerzas estatales de seguridad. Habría que exigirles respuestas ¿no? a la Su y al falso ingeniero. Que demuestren de qué manera el paquete de leyes "Blumberg-FpV" ayudaron a disminuir los crímenes "comunes". No lo van a poder hacer por supuesto.
Pero nada de esto importa. El segundo de televisión puede más que cualquier análisis teórico sobre la seguridad. Lo relevante es llevar a cabo la fórmula de los voceros de la mano dura al pie de la letra:
un (determinado) hecho delictivo + un título marketinero = falsas soluciones pro "mano dura"
Y al título era a donde quería llegar. Es regla general del medio masivo potenciar las voces que importan, las de las clases medias altas, y disminuir o silenciar las de los sectores más excluidos. La excepción que confirma la regla es tomar las voces de los marginados, siempre y cuando escandalicen al primer sector que posee la voz. Por ello, para que el título "prenda" debe estar descripto desde una perspectiva de clase.
Desde esta óptica, resultan primordiales las condiciones de la víctima. ¿Su sufrimiento, su indefensión? Nada eso, sino su profesión. Por ello los casos más recordados terminan siendo los de aquellas víctimas con título universitario o profesión bien remunerada. No es que el resto de la sociedad no sea también víctima de hechos delictivos, pero siempre es más fácil tener empatía con "gente como uno". Así, recordaremos el caso del ingeniero, del arquitecto, del florista (de Susana Gimenez), etc etc. ¿Y quién es Alfredo Marcenac? Bueno, sólo es la víctima del tirador de Belgrano, pero el editor le dice al jefe de redacción "mirá este pibe, al que le dispararon, era el hijo de una familia de necochea, viste, del interior, un pibe que vino a estudiar aca, porqué mejor no lo movemos con el status del asesino, el Tirador de Belgrano". Y se imprime.
Y hace no muchos días una beba resulto herida en un enfrentamiento entre bandas. Un hecho que sí a todas las luces podría haber sido previsto por funcionarios del Estado. ¿Qué pasó que no pegó? Ah, sí, el padre no tenía título, ahh no, pero además era de la Isla Maciel, ahí si se matan no pasa nada. ¿Y ni siquiera las palabras de la víctima (palabras del padre en este caso) podian sensibilizar? No querido, el padre dijo que los perdonaba, que él en su juventud había estado confundido y les pidió que recapaciten."No, entonces esto lo archivamos".
Y de vuelta con Susana, yo le creo cuando afirma que "ella es el pueblo", si entendemos que sus dichos encuentran eco en una parte muy importante de la sociedad. Pero gracias a Dios, este país no dice "basta de DDHH" sino Nunca Más. Y gente como Pablo Alabarces y como el que escribe podemos afirmar que ya no vivimos con miedo.